Cuando los rescatistas recibieron la noticia de que una madre perra callejera había dado a luz cerca de una vieja fábrica, se apresuraron sin dudarlo. Lo que encontraron al llegar partió sus corazones y los llenó de determinación.
Acurrucada sobre el suelo frío, la madre, a quien llamaron Cura, abrazaba a sus cachorros para darles calor. Sus ojos cansados contaban la historia de una madre que luchó sin descanso para proteger a sus pequeños, ignorada por todos los que pasaban. Los siete cachorros se apretaban contra ella, inconscientes del peligro que los rodeaba.
Al principio, Cura temblaba ante la presencia de los rescatistas. Ladraba débilmente, intentando alejar a los extraños de sus bebés. Pronto entendieron que no era agresiva, solo aterrada y agotada. Con voces suaves, ganaron su confianza, pero ella seguía a la defensiva.

La tragedia golpeó cuando descubrieron que tres de sus cachorros ya habían muerto. Aun así, no podían rendirse. Colocaron comida y agua cerca de ella, y poco a poco los cachorros sobrevivientes se acercaron, guiados por el hambre. Los recogieron uno a uno, envueltos cuidadosamente en mantas.
Cura, sin embargo, resistía. Se escondió entre dos postes de concreto, temblando y jadeando. Tras dos horas de paciencia y cuidado, un rescatista logró alcanzarla y llevarla a salvo.

Aunque Cura no sobrevivió a sus heridas, su sacrificio no fue en vano. Sus cachorros recibieron atención médica, amor y seguridad. Semanas después, comenzaron a jugar y prosperar, y meses después, todos encontraron hogares llenos de cariño.
Cura ya no está, pero su amor vive en cada uno de sus cachorros. Su valentía y el empeño de los rescatistas les dieron la vida que ella siempre quiso para ellos.

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